Empresas mexicanas: no se casen con la Global Reporting Initiative (GRI)
- MVV
- 30 nov 2015
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 12 dic 2019
En estas líneas pretendo compartir cómo existe una confusión en el mercado mexicano con respecto de la sustentabilidad corporativa; cómo una moda puede poner en riesgo a una organización entera; y cómo el ejercicio de ser más críticos se presenta como determinante en estos momentos de poco conocimiento en la materia, por un lado, y de oportunismo exacerbado por otro.
Así, en temas de sustentabilidad corporativa, pocas personas en México entienden a lo que realmente se refiere dicho concepto. Ser una ‘empresa sustentable’ –contrario a lo que muchos creen– no es sinónimo de hacer informes anuales de sustentabilidad; ni de palomear todos los criterios en la metodología de la Global Reporting Initiative (GRI); ni de incorporar sistemas de ahorro de energía o de reciclar papel en la empresa. Tampoco es sinónimo de pertenecer al índice de sustentabilidad de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) ni de tener departamentos de responsabilidad social corporativa que asistan periódicamente a foros de temas ‘verdes’.
Una empresa sustentable, como su nombre lo dice, es aquella que construye su operación sobre estrategias encaminadas a que ésta se sostenga en el largo plazo. Dicho de otra forma, la empresa sustentable es aquella en la que los actores del buen gobierno corporativo actúan en sinergia para que ésta permanezca en el tiempo.
En México, sin embargo, sucede un fenómeno interesante: la sustentabilidad corporativa ha atraído la atención de muchos y, por lo tanto, se ha convertido en una moda; se ha convertido en un pretexto para pagar cantidades exorbitantes a consultores en responsabilidad social y, en especial, a diseñadores gráficos que ‘embellecen’ un informe; y se ha vuelto una tarjeta de presentación para demostrar que las empresas están haciendo “más bien, que mal”.
Pero, como en toda moda, pocos se han preguntado por qué tener estrategias integrales de sustentabilidad corporativa es fundamental. Y, alimentando a esta cultura ciega, tenemos, por un lado, que muchas de las empresas están muy cómodas con sus calificaciones en sustentabilidad (claro, cada vez más altas y por lo cual no se cuestionan si las herramientas con las que les están evaluando deberían actualizarse); por otro lado, a los supuestos consultores ‘expertos’ en la materia que se pavonean de tener experiencia en la construcción de esos informes cada vez mejor evaluados.
Todo esto lo declaro con dolor pero a la vez con la esperanza de que alguien más entienda que es una irresponsabilidad para con el mercado mexicano seguir operando de esta forma.
Así que, empresarios y consejeros: si quieren que sus empresas trasciendan en el tiempo y sean realmente sustentables, les invito a tomar un consejo de alguien que se apasiona por el tema y que, por lo mismo, lo conoce bien: no se casen con la GRI –ni en su versión 3.1 ni en la 4.0. Casarse con la GRI será contraproducente porque estarán construyendo sobre terrenos pantanosos y se quedarán cortos en toda la extensión de la palabra.
En cambio, inviertan en entender que la sustentabilidad emana de un buen gobierno corporativo que, a su vez, emana de una ética empresarial bien entendida y aplicada.
Así que, sí, seré reiterativa: no se casen con GRI. Aquel que conoce la guía, y sabe de su creciente popularidad, sabrá que la principal crítica a esta metodología es que: (a) es pobre en temas de gobierno corporativo y que (b) en temas de ética e integridad está en pañales. Así, tanto en la versión “esencial” como en la “exhaustiva” de la GRI, una empresa podría declarar convergencia con y aun así haber pasado por alto los criterios que se piden en la sección de ‘gobierno’ de las mencionadas guías.
Dicho esto, no quiero que se malinterpreten mis palabras ni que se diga que soy detractora de la GRI. Lo que sí quiero es subrayar que, si decide usar esta metodología, debe verse como lo que es: una guía –en especial para la parte social o ambiental– y no un reglamento que hay que cumplir ciegamente. Pero su uso debería entretejerse con estrategias en gobierno corporativo y ética.
Ahora bien, los temas de ética e integridad y de gobierno corporativo son materias más complejas y mucho más interesantes. Ambas requieren de estudios de filosofía, historia, economía y leyes; por tanto, requieren de habilidades distintas para ser aterrizadas. Quien sabe de buen gobierno corporativo, por ejemplo, entenderá que es difícil establecer una lista de criterios generalizados en la materia –especialmente, partiendo de la premisa que cada mercado y cada empresa tiene distintas estructuras de propiedad, reglas e instituciones informales que requieren de análisis detallados y entendimiento de factores únicos para poder aterrizar conclusiones valiosas.
Esto quiere decir que, para cada organización, se requeriría de un diagnóstico ad hoc y, como consecuencia, de una estrategia de comunicación a la medida. [En materia de ética, el tema es aún más denso, aunque fascinante (y estaremos hablando de ello en futuras entradas)].
Así que, regresando al tema de la sustentabilidad corporativa y a su comunicación, vemos que, irónicamente, un gran obstáculo para la sustentabilidad de las empresas del mercado mexicano es que existen consultores en sustentabilidad que ofrecen servicios para elaborar estrategias y reportes en la materia, sin entender lo que el tema implica realmente.
Dicho de otra forma, les aconsejo que para elegir consultores: (a) no se dejen llevar por que tengan un nombre grande que les ‘respalde’ porque eso no necesariamente es sinónimo de conocimiento o buena ética profesional (ahí tenemos a los auditores de Enron, a los de FIFA, Toshiba, o Volkwagen, por mencionar algunos); (b) ni los elijan nada más porque ‘todas las demás los han contratado’.
Sugiero que sean críticos y conozcan el servicio que necesitan. Si no le ofrecen credenciales en ética y gobierno corporativo, sepan que estarán gastando en fachadas de sustentabilidad, mas no invirtiendo en colocar cimientos para estrategias que mitiguen riesgos.
Por último, pregúntense cual es su móvil para hacer un informe de sustentabilidad. Si es que “así lo hacen todos los demás” o que “es un requisito para el índice” –es ahí en donde empieza su primer error en la maratón de la sustentabilidad.
No contribuyamos a consolidar un sistema con riesgos latentes; no seamos quienes alimenten a un monstruo que vive de metas de corto plazo; no seamos quienes, siendo parte de un mundo con mucha información, callemos ante una realidad que nos apabulla por su velocidad.
Lo que hay que hacer, consejeros, top managers y directores de áreas de sustentabilidad de las empresas, es entender que, si la sustentabilidad corporativa va más allá de checklists, entonces el poder asegurar que somos empresas sustentables irá de la mano a tener asesores con un entendimiento profundo de gobierno corporativo y de ética, para poder construir estrategias, administrar riesgos y aprender a comunicar eficazmente.
Ya basta de castillos de naipes, ya basta de querer ser más papistas que el Papa. En México lo que se necesita es gente que sume fuerzas con otros que también quieran un país con mayor calidad de vida. México necesita de gente que se atreva a cuestionar las modas que se multiplican en otros países del mundo. Necesitamos formar un nuevo estilo de hacer negocio –alineado a una correcta ética empresarial.

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